Se trata de algo muy simple: la actividad empresarial y económica es (casi) siempre buena para todos. Si trabajamos en nuestros proyectos con la mayor eficacia posible, hablamos de «rentabilidad» y, por supuesto, el aumento de la productividad nos beneficia como empresa. Casi todos nuestros servicios requieren de trabajo intelectual y para ello queremos contar con las mejores mentes. Algo así cuesta dinero, pero se trata de un dinero bien invertido. La calidad es lo primero.
De ahí que una mayor productividad trabajando con los mejores refuerce nuestra posición en el mercado. Gracias al aumento de nuestra competitividad, sentamos de nuevo las bases para el rumbo estable de nuestra empresa en el futuro. No a cualquier precio, pero sí por un precio justo.